Y ¿Qué pasa cuando morimos? - Parte I
- Dr. Vinicio Toledo

- 8 nov 2023
- 5 Min. de lectura

En el 2016, la revista National Geographic publicó un artículo que denominó “La ciencia de la muerte”. En él se aborda una serie de aristas a considerar sobre dicho tema y, para comenzar, se habla de la evolución del criterio médico para declarar o considerar muerta a una persona.
Tradicionalmente se consideraba que una persona está muerta cuando cesan los latidos del corazón y la respiración se detiene. Sin embargo, con el advenimiento de máquinas que permiten el funcionamiento de los demás órganos corporales, aunque el cerebro deje de funcionar y el daño sea irreversible, aunado al desarrollo en el trasplante de órganos, surgió la necesidad de revisar la definición. En un panel de Harvard (1968), se discutió la inclusión de otro criterio para definir la muerte y así, al concepto tradicional cardiopulmonar, se añadió el concepto neurológico de muerte cerebral. En este segundo criterio, se consideran tres puntos fundamentales: coma o falta de respuesta, apnea o incapacidad para respirar sin un ventilador y la ausencia de reflejos del tallo cerebral.
En dicho artículo, también se mencionan los experimentos con animales inducidos por medios químicos para ponerlos en suspensión animada, bajando los latidos del corazón y el metabolismo a niveles parecidos a la hibernación. Con este recurso, se está haciendo lo mismo en humanos mientras pasa la crisis médica que los puso al borde de la muerte.
Dirigidos por el Dr. Sam Tisherman, se han hecho experimentos clínicos en Pittsburgh y Baltimore con víctimas de apuñalamientos o tiroteos, bajando la temperatura corporal a niveles extremos que permiten reducir las hemorragias el tiempo suficiente para cerrar las heridas. En otras palabras - explican - “se mata” temporalmente a los pacientes para poder salvar sus vidas.
Se menciona también otro fenómeno adicional que los monjes budistas llaman THUKDAM en donde los cuerpos de monjes muertos permanecen intactos y frescos por una semana o más. En India, el neurocientífico Richard Davison estudió este fenómeno buscando detectar alguna actividad cerebral para entender lo que ocurre con la mente después de que la circulación se detiene. Luego de años de investigación, concluyó que “es posible que muchos de estos practicantes entren en un estado de meditación antes de morir, y logren mantener este estado mucho tiempo después. Cómo ocurre y cuál puede ser la explicación, elude nuestro entendimiento convencional”.
Por ello se añade, con estos experimentos, usando la ciencia occidental, buscan explicaciones no solo para los monjes en THUKDAM sino una comprensión diferente, más matizada, para entender lo que ocurre a cualquiera viajando a través de la frontera entre la vida y la muerte.
Algunos ejemplos adicionales, que mencionan en este artículo, incluyen el de Gardell Martin, un niño residente en un área rural de Pennsylvania que apenas empezaba a caminar y que, en un descuido, cayó en un arroyo helado. Luego de un angustioso rescate fué llevado al hospital en helicóptero pero su corazón había dejado de latir hacía 35 minutos. Su temperatura corporal estaba 20 grados Fahrenheit por debajo de lo normal, tenía un preocupante bajo PH sanguíneo que indicaba un inminente fallo orgánico, y no tenía signos vitales, recuerda el Dr. Richard Lambert miembro del equipo de emergencias pediátricas.
Luego de 25 minutos adicionales de esfuerzos por revivirlo, su corazón volvió a funcionar después de haber estado muerto por más de una hora y media. A los tres días y medio, el niño dejó el hospital sin ningún problema.
El Dr. Tony Cicoria, cirujano ortopédico, la Dra. Mary Neal (“To Heaven and Back”), la escritora Tricia Barker, el Dr. Eben Alexander neurocirujano (“Proof of Heaven”), son sólo algunas de las personas que describen esa experiencia a las que se llama “cercanas a la muerte”, después de sufrir graves accidentes o alguna enfermedad fulminante y una posterior recuperación, y que pueden resumirse como un desprenderse del cuerpo y observar los eventos sin angustia o dolor, ver a las personas presentes y las circunstancias alrededor de ellas; experimentar que se ha caminado por un sendero de belleza y luz incomparable, una paz y calidez profunda y, con frecuencia, el deseo intenso de no “regresar” de ese estado de inmenso bienestar.
Sobre el tema de la muerte, o de experiencias cercanas a la muerte, empezaré mencionando a la doctora Elizabeth Kúbler Ross, quién, como psiquiatra, dedicó buena parte de su vida profesional al cuidado de pacientes moribundos. Se hizo mundialmente conocida con su libro “ On death and Dying” en el que describió que, según su experiencia, hay cinco fases del duelo que se presentan en diferente orden: negación, ira, negociación, depresión y aceptación.
Pero la Dra. Kübler Ross fue, aparte de una prolífica escritora, una pionera en cuidados paliativos y en el énfasis que hizo para que a los moribundos se les tratara con compasión y dignidad. Basado en ello, en muchos hospitales del mundo, se adoptaron los protocolos de atención que ella fundamentó.
Dado su trabajo con una gran cantidad de pacientes que tuvieron una experiencia cercana a la muerte y las descripciones similares que hacían de éstas, escribió sobre su convicción de la muerte como un paso hacia otro tipo de existencia, o como se apunta en el prólogo de uno de sus libros, “ un radiante comienzo “.
Como podrá suponerse, este tipo de afirmaciones no han estado exentas de polémicas y opiniones contrarias en los círculos científicos y fuera de ellos.
El Dr. Sam Parnia es un especialista en Cuidados Críticos, Medicina Pulmonar y Medicina del Sueño que trabaja en Nueva York y dirige el proyecto AWARE. También es Director de investigación de la Organización de Cuidados Críticos y Resucitación. Para él la muerte “es un proceso y no un momento”. Añade que “es un choque corporal total en el que el corazón deja de latir pero los órganos no mueren inmediatamente y, por un período significativo de tiempo después de la muerte, ésta es reversible”. De modo que, con las medidas apropiadas de disminución de la temperatura corporal del paciente, compresión del pecho de forma rítmica y reiterada, durante el tiempo adecuado y la reintroducción lenta de oxígeno, algunos pacientes pueden ser devueltos a la vida, aún horas después de que el corazón dejó de latir y frecuentemente sin consecuencias negativas de largo plazo.
Se aclara que un paro cardíaco no es un infarto, pero representa una fase final de una enfermedad o evento que provoca que una persona muera.
Este avance en la medicina, ha planteado una nueva interrogante: ¿Qué significan esos reportes de experiencias extracorporales o experiencias cercanas a la muerte que reportan algunos de estos sobrevivientes?.
En el 2008, Parnia y su equipo estudiaron en 15 hospitales de Estados Unidos, Inglaterra y Australia un total de 2,060 casos de paro cardíaco. De los 330 sobrevivientes lograron entrevistar a 140, 55 de los cuales relataron que durante el proceso de resucitación tuvieron algún tipo de consciencia.
( Continuaremos en una segunda entrega ).


