Seguidores y adeptos - Parte III y final
- Dr. Vinicio Toledo

- 5 ene 2023
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 12 jul 2023

En la anterior entrega mencionamos las características de personalidad de los gurús. Ahora hablaremos de sus adeptos y las necesidades emocionales y espirituales que buscan satisfacer al convertirse en seguidores de este tipo de personajes.
Anthony Storr plantea dos líneas de pensamiento fundamentales para entender mejor la dinámica que se establece entre gurús y seguidores: la primera se refiere a la línea divisoria entre sanidad e insanidad mental y la segunda, a la continuidad que hay entre normalidad y demencia.
En la primera idea se cuestiona si las actuales clasificaciones psiquiátricas son realmente adecuadas pues, postula, que la línea divisoria entre sanidad e insanidad, se ha dibujado en el lugar incorrecto. En dicho cuestionamiento no incluye sólo a los gurús. Usa como ejemplo el caso de dos asesinos seriales famosos: Dennis Nielsen que mató a quince jóvenes en cuatro años, los dibujaba ya muertos y conservaba sus restos bajo el piso de su closet. Y Jeffrey Dahmer quién asesinó a quince jóvenes en un período similar de tiempo, los mutilaba, hervía sus cabezas y se comía partes de sus cuerpos.
Señala el autor que para la persona común que oye de estos casos y su aberrante comportamiento, no hay duda: estos sujetos estaban dementes y él coincide con esa apreciación. Pese a su conducta, ambos fueron declarados sanos en los juicios que enfrentaron pues no presentaban los síntomas característicos de esquizofrenia, enfermedad maníaco-depresiva ni sufrían de alguna enfermedad mental inducida por drogas o enfermedad física. Los casos de asesinos seriales ejemplifican cómo individuos crasamente anormales, son considerados sanos por la moderna clasificación psiquiátrica y por tanto, responsables ante la ley. Por el contrario, muchos sujetos que se muestran encantadores y llenos de vida, como muchos estafadores y tramposos lo hacen, pueden ser seriamente anormales o psicóticos que pasan desapercibidos. Señala que se tiende a clasificar la anormalidad en los individuos socialmente incompetentes, y pasar por alto o negarlo en los socialmente dominantes o discretos , observación que Jung ya había apuntado.
Generalmente, la enfermedad mental se asocia con un “quiebre”, con la inhabilidad de funcionar en la vida en sociedad. Y sin embargo, muchos de los gurús son líderes efectivos, excelentes proselitistas y buenos oradores. Entonces surgen las interrogantes: ¿puede considerarse psicótico a alguien porque tiene ideas extrañas sobre el universo y sobre sí mismo como maestro y profeta?, ¿ qué significa realmente clasificar a alguien como psicótico?, ¿cuales son los límites entre sanidad y demencia?, ¿son adecuadas nuestras presentes clasificaciones psiquiátricas?.
Y en cuanto a la continuidad entre sanidad y demencia, ejemplifica que en la enfermedad maníaco- depresiva (bipolaridad) es fácil reconocer dicha continuidad pues todos pasamos por períodos de depresión y exaltación, de variada intensidad. Además, la investigación realizada entre sujetos normales ha demostrado que muchos admiten haber experimentado leves síntomas que se asemejan a las experiencias de la esquizofrenia; sentimientos de irrealidad, alucinaciones auditivas o visuales, pensamientos distorsionados paranoides y pensamientos “ telepáticos “.
Aclaradas estas dos ideas, podemos plantearnos la siguiente interrogante: ¿ por qué un completo adulto busca que otros lo guíen en problemas para los que no hay respuestas inequívocas?. Cita Storr a Eurípides cuando Orestes afirma que “ El hombre más sabio sigue su propia dirección y no escucha a ningún profeta que lo guíe”. Pero éste es un consejo ideal difícilmente observable. Para comenzar, la expresión “completo adulto” probablemente es inapropiada. El adulto conserva cierta maleabilidad porque retiene ciertas características de la infancia y el aprendizaje en el ser humano no termina con el fin de la niñez. Esta es una función adaptativa que, al retener ciertas características de esa fase temprana, conlleva la tendencia a sobreestimar al profesor; por eso, los niños aprenden mejor con los profesores que respetan y admiran.
En los adultos, cuando ese aprendizaje está conectado con las emociones, la espiritualidad, o la manera de vivir, las cualidades del profesor o guía tienen mucho más relevancia. Cuando un gurú afirma tener un especial “insigth” sobre la vida y cómo debe ser vivida es muy fácil que los seguidores les atribuyan poderes casi mágicos y se les idolatre y reverencie. Unido a ésto, y surgido de la grandiosa convicción de su propia importancia, poseen el carisma que les permite ser tan persuasivos y poderosamente convincentes.
Anthony Storr, refiere que, desde el punto de vista psicoanalítico ( Freud) , la sumisión a la guía de un gurú o a una fé religiosa, se explica como la necesidad infantil de un padre, especialmente cuando nos sentimos enfermos o en problemas puesto que, en esos primeros años, percibimos que nuestros padres saben más de la vida que nosotros.
Es también un remanente de etapas tempranas el secreto deseo que todos albergamos de que las cosas sean más simples: “blanco o negro”, “buenos o malos”, “que lo justo siempre prevalezca sobre lo injusto”, etc. Y aquí reside , según el autor, uno de los mayores atractivos de las creencias que proponen los gurús: su simplicidad, apelando a estos deseos, reduciéndose a un “nosotros” y “los demás”.
Menciona también que nuestra dotación biológica nos hace -como especie- intolerantes al caos y por ende, a encontrar o inventar un orden para nuestra vida. Aunado a ello, la insatisfacción ante los diferentes problemas que ésta nos presenta, nos lleva a buscar “algo mejor” tanto material como espiritualmente. Es aquí donde los sistemas de creencias juegan un papel importantísimo. Pero, ¿cómo distinguir entre fé o quimera?. Tanto la fé como los sistemas de creencias ilusorios afectan la totalidad de la vida ; cómo ésta es vivida y la propia percepción de uno mismo. Ambas apoyan la autoestima personal y ambas, contienen creencias “fantásticas” - para los escépticos- en el sentido de contradecir los principios de nuestra biología: la resurrección, la reencarnación, el alumbramiento de la Virgen, etc. Para sus creyentes o seguidores, lo que consideran “verdadero” es inamovible y no disminuye ante la incredulidad o incompatibilidad de creencias de otras personas.
Sin embargo, dice el autor, sería “ insufriblemente arrogante y absurdo decir que los miles de millones de creyentes que hay en el mundo están engañados o desencaminados “.
Algunos abordan el tema entendiéndolo como enseñanzas metafóricas con un profundo contenido, y no como verdades literales. Añadiendo que “ un sistema de creencias idiosincrático compartido por pocos es fácilmente señalado de ilusorio mientras que si es compartido por millones no importando si vienen de un mismo contexto social o cultural, es una religión”.
Una enorme cantidad de gente profesa creencias que no pueden demostrarse, que carecen de soporte objetivo, y que para muchos, suenan a locura, y sin embargo, Storr se inclina por creer que todos tenemos ese tipo de nociones. Y es que la fé “ nos ayuda con las tribulaciones de la vida, nos conforta en nuestras aflicciones, le da sentido a la existencia, nos da esperanza en el futuro, nos promete salvación y vida eterna en el cielo”.
Y continúa señalando que el proceso mental de clasificar, escudriñar, y tratar de dar sentido a nuestra experiencia es una constante que, por momentos se nos muestra cuando recordamos un sueño o cuando entramos en un estado de reverencia en donde no tenemos control sobre nuestros pensamientos. En ese sentido, todos dependemos de poderes superiores. Aún Nietzsche que anunciaba la muerte de Dios, reconoció la necesidad de reconocer un poder superior. Pero esa obediencia era a una idea o un ideal y no a un ser humano. Ceder la propia independencia a la dirección de un gurú, provoca alivio - al igual que una conversión - pero pone al individuo en un gran riesgo, especialmente si ejercen control sobre su dinero, su vestimenta, sus pertenencias, sus parejas y claman tener una autoridad divina. Cualquier movimiento que se aparta geográfica o socialmente del resto, es sospechoso. No digamos si traza una línea divisoria entre “ellos” y “nosotros”, “benditos” y “satánicos”, “bueno” y “malo”, etc. y si los discípulos creen que “la verdad” revelada al gurú le permite a éste ser arrogante, insensible y displicente ante quienes no comparten sus ideas.
¿Qué cualidades tiene un guía espiritual confiable?. Los mejores maestros de adultos no son autoritarios. Informan, sugieren, aconsejan pero reconocen que cada individuo debe descubrir su propio camino y formar sus propias opiniones. Requiere cierta modestia por parte del profesor y la capacidad de relacionarse con el alumno como un individuo, añadiendo una satisfacción auténtica cuando éste va más allá de lo aprendido.

