top of page
Buscar

Freud y Einstein ante la guerra

  • Foto del escritor: Dr. Vinicio Toledo
    Dr. Vinicio Toledo
  • 19 ago 2022
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 12 jul 2023


Freud y Eisntein ante la guerra
Freud and Einstein (illustration).Credit: Eran Wolkowski

Resumo aquí, la correspondencia entre entre estos dos personajes universales contenida en el libro “El Psicoanálisis frente a la guerra.” editado en 1970 por Rodolfo Alonso.


En 1932, invitados por la Sociedad de las Naciones y su Instituto para la colaboración intelectual, Einstein y Freud intercambiaron correspondencia. En ella, Einstein le preguntaba a Freud si había un medio para evitar la guerra entre los hombres. Añadía que una organización creada por los Estados en que voluntariamente se cediera parte de su soberanía para dirimir los problemas en una Corte y someterse incondicionalmente a sus dictámenes parecía la solución ideal para la seguridad mundial. Aparejado a esto, era fundamental que dicha Organización tuviera la potencia suficiente para imponer sus resoluciones. Hacía hincapié en que los esfuerzos pasados habían demostrado el fracaso de estas tentativas porque podía ver que fuerzas psicológicas como la voluntad de poder y la ambición económica de grupos minoritarios inescrupulosos lograba someter a la mayoría de las poblaciones, a guerras que sólo les traían sufrimiento y pérdidas.


La primera respuesta que el mismo Einstein se daba era que “la minoría que está alternativamente en el poder tiene en sus manos ante todo la escuela, la prensa y lo más a menudo también las organizaciones religiosas. A través de estos medios domina y dirige los sentimientos de la gran masa y hace de ésta su propio abúlico instrumento”. Aún con estos medios, se cuestionaba el Físico ¿Cómo podía la masa “inflamarse hasta el frenesí y el sacrificio de si misma?”. Y aquí se daba una segunda respuesta: “ existe en el hombre una necesidad de odio y de destrucción. Esta tendencia en tiempos normales es sólo latente, y sale a luz en momentos excepcionales; pero puede ser con relativa facilidad despertada y elevada a psicosis de masa. Aquí parece esconderse el problema más íntimo de todo el nefasto complejo de influencias. Este es el punto que sólo el gran entendedor de los instintos humanos puede esclarecer”.


En su respuesta, Freud manifiesta que comprende que la pregunta viene de alguien que - más que como Físico lo hace como un amigo de la humanidad - y que concuerda con la relación hecha por Einstein entre derecho y poder, cambiando esta última palabra por una más rotunda: “fuerza”. Y añade que es fácil demostrar que el primero surge de la segunda, y que, una vez se reconoce en los grupos estos intereses comunes, “ aparecen entre ellos vínculos afectivos, sentimientos gregarios que constituyen el verdadero fundamento de su poderío”.


Sin embargo, esto es solo un ideal pues -señala Freud- esta comunidad está constituida por miembros con un poderío dispar por lo que los más poderosos buscarán eludir las restricciones aplicables a todos, abandonando así, el dominio del derecho por el de la violencia. Los oprimidos, por su parte, buscarán que su poder se afiance en el derecho y si éste les es negado, surgirán las rebeliones o las guerras hasta que la violencia dé paso a un nuevo orden legal. Por ello, intentar sustituir el poderío real por el de las ideas está condenado al fracaso.


En cuanto a ese instinto de odio y destrucción mencionado por Einstein, Freud también se muestra de acuerdo afirmando que en el hombre sólo existen dos tipos de instintos: “los que tienden a conservar y a unir… o bien son los instintos que tienden a destruir y a matar… Uno cualquiera de estos instintos es tan imprescindible como el otro, y de su acción conjunta y antagónica surgen las manifestaciones de la vida… La dificultad para aislar en sus manifestaciones ambas clases de instintos, es la que durante tanto tiempo nos impidió reconocer su existencia”. Ilustra entonces cómo en los horrores de la historia los ideales han servido de pretexto consciente para satisfacer, inconscientemente, el placer de la agresión y de los afanes destructivos.


En este punto, Freud plantea una teoría que provocó mucho rechazo y que ha sido desechada por muchos: “...ese instinto obra en todo ser viviente, ocasionando la tendencia de llevarlo a su desintegración, de reducir la vida al estado de la materia inanimada. Merece, pues, en todo sentido la designación de instinto de muerte, mientras que los instintos eróticos representan las tendencias hacia la vida.” En esta misma línea, especula que este instinto volcado hacia afuera, se transforma en el instinto de destrucción pero que siempre queda una parte activa en el interior del ser, que explicaría un sinnúmero de fenómenos normales y patológicos.


Vuelve a coincidir con Einstein en que no se trata de eliminar del todo las tendencias agresivas sino intentar desviarlas para que su expresión no sea la guerra. Que será más fácil apelar al instinto de conservación enfatizando los vínculos afectivos y enfatizando los vínculos de identificación con los demás dado que sobre éstos se asienta la estructura de la sociedad de los hombres. Reconoce que ese “ ama al prójimo como a ti mismo” que sería el equivalente religioso de lo anteriormente mencionado, es fácil de exigir pero difícil de cumplir y que, entonces, “es preciso poner mayor empeño en educar una capa superior de hombres dotados de pensamiento independiente, inaccesibles a la intimidación, que breguen por la verdad y a los cuales corresponda la dirección de las masas dependientes…Ninguna otra cosa podría llevar a una unidad tan completa y resistente de los hombres, aunque se renunciara a los lazos afectivos entre ellos. Pero con toda probabilidad esto es una esperanza utópica.”


Dada la innegable capacidad destructiva de otra guerra, Freud también señala que es asombroso que no haya un acuerdo general para evitarla y pasa entonces a introducir una nueva consideración: se es pacifista por razones orgánicas, exponiendo su creencia de que la humanidad siempre ha evolucionado culturalmente y que ésta es la responsable de nuestros mejores logros y también de muchos de nuestros sufrimientos. Hace la comparación del proceso de domesticación de ciertas especies animales y cómo ésta trae modificaciones orgánicas aunque no nos resulte familiar la idea. Añade que las modificaciones psicológicas que acarrea la evolución cultural, implican una mayor limitación de las tendencias instintivas.


Concluye su carta expresando que quizá no sea una utopía esperar que en un plazo determinado, la evolución cultural y el miedo a una guerra futura terminen con los conflictos bélicos.


A la fecha, parece que esta frágil esperanza es la que se sigue manteniendo cuando se piensa en una posible nueva conflagración mundial. De guerras entre países y a lo interno de éstos, la historia de la humanidad abunda en ejemplos desde tiempos inmemoriales.

  • LinkedIn
  • Whatsapp

©2023 por Vinicio Toledo, PhD.

bottom of page