De la psicología y la literatura - Parte I
- Dr. Vinicio Toledo
- 10 may 2023
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 12 jul 2023
Nacer en un determinado país, hablar un idioma en particular, crecer en una familia con sus características específicas y ser parte de una historia general, son elementos que determinan, en buena parte, a ser lo que somos y a vernos a nosotros mismos y a los demás, de determinada manera.
Cuando hablamos de identidad personal, nos referimos a esa conciencia estable de quiénes somos y hacia dónde nos dirigimos aunado a un sentido de cohesión que se asocia a las ideas y valores de un grupo social. D. Schwanitz, en su prólogo de “ Libros. Todo lo que hay que leer” de Christiane Zschirnt, refiere que si no tenemos esos elementos ( “ si no reconocemos a nuestros padres” ) la percepción de nuestro entorno se fragiliza y nuestra propia identidad se quiebra. Si no reconocemos nuestro pasado, perdemos nuestra identidad y memoria.
Haciendo un símil entre esa memoria personal que contiene todos esos supuestos comunes, y la memoria cultural, señala que, si renunciamos voluntariamente a ésta, se pierde también la identidad y la herencia común. La cultura general es ese legado que ha sido abandonado cada vez más por quienes no parecen entender el enorme vacío que ello significa.
Educarse, formarse intelectualmente, y tener una cultura general aceptable, son herramientas indispensables - entre otras cosas- para entender mejor el mundo en que vivimos, a nosotros mismos y a los demás. Uno de los medios fundamentales para lograrlo es la lectura A este problema se refiere D. Schwanitz en su prólogo mencionado anteriormente, y a manera de ilustración, para señalar el por qué de la importancia de la lectura, plantea lo siguiente: “¿ Por qué es tan relevante la obra Hamlet de Shakespeare? ¿Por qué debemos conocerlo?. La respuesta es: porque da forma a muchos de los enigmas de nuestra cultura y, de esta manera, los vuelve comprensibles. Por ejemplo: ¿Cuáles son las consecuencias de los grandes delitos? ¿Qué sucede cuando uno permanece obsesionado con el pasado?¿Por qué Alemania se identificó con Hamlet? ¿Qué hace de este personaje el prototipo del hombre romántico y el primer intelectual? ¿Cómo se explica esta primera representación del moderno hastío vital? ¿Qué significa la irrupción de un tiempo de cambio histórico?.”
Como ya se mencionaba, la identidad tiene su base en la formación cultural que conlleva entender la propia historia, y en esta formación, la literatura tiene un papel preponderante: sirve como un puente entre lo privado y lo público, y por ello señala Schwanitz, “ …..la literatura es paradójica ya que es una comunicación pública de lo privado “. Es más, el autor menciona ciertos nombres emblemáticos de obras imperecederas que nos refieren a temas universales ejemplificados por ciertos personajes: “Edipo representa la conocida constelación familiar; Hamlet, el problema del intelectual; Don Quijote, el destino de los que quieren mejorar el mundo; Fausto, la desmesura de la ciencia; Don Juan, el seductor, etc.”
Continúa señalando que la literatura, al crear esa relación tan particular entre el lector y el personaje, establece una forma de intimidad, al igual que en el amor, y que las diferentes tramas que se plantean en las obras, sirven, otra vez como en el amor, para seducirnos e invitarnos a que las presenciemos y nos involucremos. Aquí, señala, se experimenta el mundo con la perspectiva y conciencia del personaje, pero, al mismo tiempo, podemos observarlo -como lectores- desde una perspectiva externa. De ese modo, se participa y se observa simultáneamente. Añade entonces que “la literatura es la gran educadora de los sentimientos porque a través de ella aprendemos a observarnos a nosotros mismos y a los demás. Aprendemos psicología. Podemos ver lo que sucede en los otros, cuando, de otro modo, su interior nos estaría reservado. Aprendemos a sentir como el otro.” Sin duda, todo buen escritor es un buen psicólogo puesto que entiende y profundiza en las motivaciones de los personajes que crea, en las conductas que éstas generan y en las interacciones creíbles que se dan entre sus protagonistas.
Empatizar, rechazar, identificarnos, analizar, aprender, sorprendernos, reflexionar, disfrutar, anticipar, etc… son algunas de las reacciones que como lectores, experimentamos mientras avanzamos en el libro. Por eso, tenemos una participación activa, vívida y enriquecedora inmersos en ese mundo en el que hemos decidido participar, alejándonos del exterior para enfocarnos en el interior.
Concluye el autor que para leer se requiere concentración y que ésta tiene en la televisión a un verdadero enemigo pues, mediante ella, la comunicación oral se prioriza y que si los niños no aprenden a desarrollar y enriquecer sus necesidades de fantasía a través de los libros antes que la televisión, la lectura se convertirá en un ejercicio tan difícil que se apartaran de la cultura que les posibilita expresar sus ideas por escrito, refugiándose en la cultura visual.
De lo mencionado en párrafos anteriores, se desprende no sólo la ignorancia del acervo cultural en sus diferentes expresiones, y la pérdida de memoria e identidad cultural que ésto conlleva para el individuo, sino la dificultad en la comprensión lectora, la incapacidad para resumir argumentos o contenidos, la expresión escrita de ideas, la carencia de pensamiento crítico y la claridad con que se piensa.
Mario Roberto Morales escribió en su columna de opinión, hace unos años: “ No creo que antes en la historia haya surgido una generación de jóvenes que rechazaran el conocimiento y elevaran a valor identitario la ignorancia……..Los jóvenes no pueden leer, les cuesta concentrarse más de cinco minutos en cualquier lectura, y más les cuesta entender lo que leen, no digamos relacionarlo con lo que corresponde para sacar conclusiones. En suma, sufren de una atrofia de la memoria y de la capacidad de análisis y síntesis: un genuino analfabetismo funcional”
En una próxima entrega, hablaremos sobre la inundación de información en nuestro tiempo, y sus efectos, incluídos los profesionales.
