De la psicología y la literatura - Parte II y final
- Dr. Vinicio Toledo

- 14 jun 2023
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 12 jul 2023

En la entrega anterior nos referimos a la tendencia cada vez más extendida, de prescindir de la lectura y de la literatura, como medios indispensables para nuestra formación intelectual y emocional. Aquí, hablaremos del otro fenómeno al que nos enfrentamos en esta época y que resulta - en cierto modo- una paradoja si lo contraponemos a la renuncia al hábito de la lectura: el exceso de información que actualmente nos ofrecen a través de diferentes medios.
Christiane Zchirnt en “Libros, Todo lo que hay que leer” habla de la enorme cantidad de contenidos a que se nos somete a través de la televisión, radio, periódicos, revistas y libros ( a quienes leen). Sumado a estos medios, está el internet, que nos confronta con una estimulación abrumadora de información, que sobrepasa nuestra capacidad de absorberla.
Cita a sociólogos e investigadores que afirman que cada cinco años, se duplica nuestro saber y por eso acuñaron el término de “sociedad de la información” para referirse a este fenómeno. Ignazio Ramonet menciona que en un solo ejemplar del New York Times dominical hay más información que la que una persona culta del siglo XIX consumía durante toda su vida. Por ello arguye T.H. Eriksen que “en la sociedad de la información , es crucial la capacidad de protegerse de ese 99.99% de datos que uno no desea”.
En suma, y para volver a nuestra autora con la que iniciamos esta entrega, su punto es que el panorama del saber ha cambiado, y que, esa inmensa cantidad de contenidos no solo nos resultan imposibles de absorber, sino que tampoco sabemos cómo dominarlos. Por eso enfatiza que, en la actualidad, el conocimiento que deben proporcionar las instituciones educativas, debe servir para orientarse, a medida que éste cambie. Con una anécdota, la autora ilustra el punto, refiriendo que a su abuelo, cuando comenzó su educación, le mostraron una montaña de autores a quienes luego fué conociendo: Homero, Dante, Shakespeare, Goethe…..y que el profesor le instruyó “ Ahora has de subir, y cuando alcances la cima serás un enano sentado sobre el hombro de gigantes”. Con esta base de lecturas formativas, se podía tener una visión general de la cultura y la interconexión del conocimiento compartido por la mayoría.
Planteando otra analogía, Zschirnt dice que el conocimiento actual no puede concebirse como una montaña sino como un océano cuyo horizonte siempre luce lejano pues es imposible vincular todo ese conocimiento entre sí y adquirir una visión de conjunto. Es aquí donde necesitamos de una guía que nos ayude a no perder la orientación. Toda esa información, señala, no es conocimiento. Es decir, esa sobreabundancia, como paradoja, genera una carencia, y da como resultado lo que se ha dado en llamar “sabiduría de expertos” o bien, “idiotas especializados”. Y, aclara, que no se niega la necesidad de tener especialistas, pero “El saber específico no es saber cultural. Con aquel no es posible comprender la propia cultura. El que sabe todo lo que hay que saber sobre marketing, astrofísica, maíz genético o diseño de páginas web, no sabe sobre los orígenes de la democracia o del capitalismo, sobre el concepto del amor o la creación de la civilización.
He escrito este libro para todos los que quieran orientarse en el océano”.
Para entender el mundo moderno, señala, se ha limitado a la literatura de tradición europea pues el mundo occidental ha sido determinado, básicamente, por una gran cantidad de descubrimientos e ideas surgidas en Europa ilustrándolo con un par de ejemplos: el capitalismo con sus luces y sombras, y los derechos humanos.
Complementando lo anterior, continúa: “......la literatura no es nunca “sólo” saber cultural. A partir de la lectura de cada libro nacen conexiones con nuestras experiencias personales que conforman la parte del mundo que cada uno ha de descubrir por sí mismo”. Y es aquí donde, de nuevo,a través de la lectura, se despiertan los sueños y recuerdos, las imágenes, las asociaciones, la fantasía, las emociones, y todo ese vasto mundo subjetivo que se conecta con la psicología.
Volviendo a Shakespeare, a quien ya mencionamos en la primera entrega, nuestra autora menciona que cualquiera que haya crecido en la cultura occidental, aún sin leerlo, lo conoce, añadiendo que dicho autor “ …...ha superado tranquilamente el escollo de la sociedad mediática. Shakespeare es el autor del que más versiones ha hecho Hollywood. ………¿quién no ha visto una película romántica con final dramático? ¿O una en la que el héroe, avasalladoramente atractivo, emprende una venganza contra la sociedad? La mayoría de las películas de Hollywood han copiado de Shakespeare la estructura de su argumento: ROMEO Y JULIETA proporciona el tipo básico de tragedia amorosa, OTELO hace lo propio con el drama de celos, EL REY LEAR sirve de modelo para los conflictos generacionales en las familias y HAMLET se refleja en cada película de acción estadounidense en la que un héroe inteligente se convierten en un vengador. De hecho, HAMLET ocupa el segundo lugar en la lista de argumentos de la literatura universal más frecuentemente llevados al cine. “( A la cabeza se sitúa la historia de mujer-que-asciende-en-la-vida-gracias-a-un-hombre, recreando el tema de CENICIENTA, como en el caso de “Pretty Woman”.)”.
Haciendo un parangón, lo mismo se dice de Freud: no se puede hablar de psicología, de disciplinas tan diversas como el arte o la antropología o incluso de temas cotidianos, sin que aparezca algún concepto o idea asociada con él aún cuando quien lo expresa no tenga idea de quién es el autor ni lo haya leído. Y es que él, encarna ese ejemplo que se contrapone al profesional especializado que mencionamos en párrafos anteriores: ese “saber” que le proporcionó su cultura general unido a su brillantez le permitió darle un sentido revolucionario no solo al campo de su especialidad sino también le permitió abarcar e influir en otras ramas del pensamiento de su época y de años posteriores por el nuevo sentido y perspectiva original que les añadió. Un ejemplo de ello “ La interpretación de los sueños” , considerado por muchos autores como su obra fundamental, y una de las herramientas más importantes en la psicoterapia psicoanalítica, sigue la senda de la tradición literaria que ha visto los sueños como una profunda herramienta para entender la vida interior del individuo y la influencia en su conducta y decisiones. Piénsese por ejemplo, en el Antiguo Testamento y la trascendencia de los sueños de Abraham, Noé, Moisés, José, Daniel. O en la importancia de éstos en las obras de nuestro clásico Shakespeare.
De este último, sabemos que escribió obras inmortales pero también que, todas ellas, están fundamentadas en un profundo conocimiento del alma humana, y que Freud fue un conocedor incomparable de las motivaciones profundas del hombre y, a su vez, un excelente escritor con una innegable capacidad para transmitir su complejo pensamiento. Y por eso, en una nota dirigida al traductor de sus obras al castellano, menciona que siendo joven, aprendió sin maestro, esta lengua porque quería leer “Don Quijote” “en el original cervantino” y que, ya avanzado en edad, pudo comprobar no solo “ el acierto” de dicha traducción sino “la correctísima interpretación de mi pensamiento y la elegancia del estilo”.


